Práctica 13: educación en 2050. Optimismo y pesimismo


Noralí: Hola. Estamos en 2050. Los profesores han dejado de existir, solamente hay robots de IA, hologramas y virtualidad. La gente se conecta a estudiar desde sus casas en ciudades del futuro que forman parte de una cápsula de oxígeno. Fuera de ella, no hay nada, solamente enfermedades, animales raros y desiertos. Cuéntame un relato descriptivo de la vida de Mia, una niña de 13 años que estudia 2º de la ESO en esta nueva realidad. Su mejor amigo, Pluto es un perro robot. Vive con su hermana mayor que es policía virtual. Mía quiere ser de mayor profesora, una profesión nueva ya que solo es de robots. 

¿Qué pasaría si la hicieran las personas? ChatGP


CHAT GPT: En el año 2050, la vida de Mia transcurre en una metrópolis futurista encapsulada en una burbuja de oxígeno. Esta cápsula, que protege a sus habitantes de un mundo exterior hostil y desolado, es un lugar de tecnología avanzada y vida cotidiana altamente digitalizada. Mia, de 13 años, cursa el 2º de la ESO desde la comodidad de su hogar, una unidad modular en un rascacielos ultramoderno, donde vive con su hermana mayor, Elena, una policía virtual.

Cada mañana, Mia se despierta con el suave sonido de una alarma personalizada que proyecta una aurora virtual en su habitación, imitando el amanecer de un mundo que ya no existe. Su habitación está equipada con paredes inteligentes que cambian de color y paisaje según su estado de ánimo. Hoy, ha elegido un bosque encantado para sentirse más conectada con la naturaleza perdida.

Después de desayunar una comida sintética, que es nutritiva y sabe sorprendentemente bien, Mia se sienta en su escritorio y activa su consola de estudio. Un holograma de su escuela aparece frente a ella, proyectando imágenes de sus compañeros y profesores, todos representados por avatares de inteligencia artificial. Las clases son interactivas, con IA que adaptan el contenido según las necesidades individuales de cada estudiante. Sin embargo, Mia siempre siente una ligera desconexión, un anhelo por algo más humano.

Pluto, su perro robot, se sienta a su lado. Con su pelaje metálico y sus ojos LED que imitan expresiones caninas, Pluto es su fiel compañero. Aunque es una máquina, Pluto está programado para ofrecer apoyo emocional y compañía, y para Mia, él es como un verdadero amigo.

Elena, su hermana, trabaja en el otro extremo del apartamento, monitoreando la seguridad virtual de la ciudad. Su trabajo consiste en patrullar el ciberespacio, protegiendo a los ciudadanos de amenazas digitales. A pesar de sus responsabilidades, Elena siempre encuentra tiempo para charlar con Mia y apoyarla en sus estudios y sueños.

A pesar de vivir en un mundo donde los profesores humanos han sido reemplazados por robots, Mia sueña con ser profesora. Esta profesión, una vez relegada a las máquinas, representa para ella una forma de devolver el toque humano a la educación. Se pregunta cómo sería enseñar a otros niños y niñas, conectar con ellos de una manera que las máquinas no pueden, y transmitirles no solo conocimientos, sino también emociones y experiencias de vida.

En sus momentos de ocio, Mia se dedica a diseñar prototipos y simulaciones de lo que sería una clase impartida por humanos. Imagina un aula donde las risas, las preguntas espontáneas y las discusiones apasionadas vuelvan a ser parte del aprendizaje. Se visualiza a sí misma interactuando con sus estudiantes, no solo a través de pantallas, sino en persona, aunque sea en una versión virtual.

Un día, Mia decide compartir sus ideas en la red comunitaria. Su propuesta genera un debate apasionado entre los habitantes de la cápsula. Algunos apoyan su visión, mientras otros creen que los robots son más eficientes. Sin embargo, su iniciativa capta la atención de un grupo de científicos y educadores que comienzan a considerar la posibilidad de reintegrar a los humanos en el proceso educativo, al menos como mentores y guías.

El sueño de Mia de ser profesora no solo representa su deseo personal, sino también un anhelo colectivo por recuperar algo de humanidad en un mundo dominado por la tecnología. Su valentía y determinación podrían ser el comienzo de un cambio, un futuro donde humanos y robots colaboren en la educación, combinando lo mejor de ambos mundos para crear un entorno de aprendizaje más rico y significativo.

Noralí: hazme el mismo relato con un tono negativo y pesimistaChatGP

CHAT GPT: En el año 2050, la vida de Mia transcurre en una metrópolis futurista encapsulada en una burbuja de oxígeno. Esta cápsula, que protege a sus habitantes de un mundo exterior devastado, es un lugar de tecnología avanzada, pero también de soledad y deshumanización. Mia, de 13 años, cursa el 2º de la ESO desde la frialdad de su hogar, una unidad modular en un rascacielos sombrío, donde vive con su hermana mayor, Elena, una policía virtual.

Cada mañana, Mia se despierta con el sonido artificial de una alarma que proyecta una aurora holográfica en su habitación, una imitación burda del amanecer de un mundo que ya no existe. Su habitación, con paredes inteligentes que cambian de color y paisaje, hoy muestra un bosque encantado, un pobre intento de conexión con la naturaleza que han perdido para siempre.

Después de desayunar una comida sintética, que aunque nutritiva, carece del sabor y la satisfacción de la comida real, Mia se sienta en su escritorio y activa su consola de estudio. Un holograma de su escuela aparece frente a ella, proyectando imágenes frías y sin alma de sus compañeros y profesores, todos representados por avatares de inteligencia artificial. Las clases, aunque interactivas, son desprovistas de calidez humana, adaptando el contenido según algoritmos, sin entender realmente las necesidades emocionales de los estudiantes.

Pluto, su perro robot, se sienta a su lado. Con su pelaje metálico y sus ojos LED que imitan expresiones caninas, Pluto es su única compañía constante. Aunque está programado para ofrecer apoyo emocional, Mia sabe que detrás de esos gestos cariñosos no hay más que circuitos y programación.

Elena, su hermana, trabaja en el otro extremo del apartamento, vigilando la seguridad virtual de la ciudad. Su trabajo consiste en patrullar el ciberespacio, protegiendo a los ciudadanos de amenazas digitales. A pesar de sus responsabilidades, Elena rara vez tiene tiempo para interactuar con Mia, dejando a la niña sumida en una rutina monótona y solitaria.

En este mundo donde los profesores humanos han sido reemplazados por robots, Mia sueña con ser profesora. Pero su sueño parece una quimera, una profesión que los humanos ya no pueden ejercer. Se pregunta cómo sería enseñar a otros niños y niñas, conectar con ellos de una manera que las máquinas no pueden, y transmitirles no solo conocimientos, sino también emociones y experiencias de vida. Sin embargo, el entorno parece decidido a apagar cualquier atisbo de esperanza.

En sus momentos de ocio, Mia se dedica a diseñar prototipos y simulaciones de lo que sería una clase impartida por humanos. Imagina un aula donde las risas, las preguntas espontáneas y las discusiones apasionadas vuelvan a ser parte del aprendizaje. Pero cada intento es recibido con indiferencia o burla, y el sueño de una educación más humana se desvanece con cada día que pasa.

Un día, Mia decide compartir sus ideas en la red comunitaria. Su propuesta es recibida con frialdad y escepticismo. Algunos la consideran una soñadora ingenua, mientras otros creen firmemente que los robots son más eficientes y menos propensos a errores. Su iniciativa apenas capta la atención de un grupo de científicos y educadores, pero incluso ellos están demasiado inmersos en la lógica fría de la eficiencia tecnológica.

El sueño de Mia de ser profesora no solo representa su deseo personal, sino también un grito desesperado por recuperar algo de humanidad en un mundo dominado por la tecnología. Sin embargo, su valentía y determinación parecen insuficientes para provocar un cambio real. La posibilidad de que humanos y robots colaboren en la educación parece más lejana que nunca, y el entorno de aprendizaje sigue siendo un lugar frío y desolado, donde la calidez humana es solo un recuerdo distante.

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